Hace miles de años mujeres como Cleopatra o Betsabé inventaron una manera de seducción a través del maquillaje y la ornamentación, a fin de producir la imagen de una diosa hecha de carne. Collares que trepaban por su escote, labios sensuales que anunciaban su presencia, indicios de un cuerpo que jugaba con los colores de la vestimenta para conseguir lo que soñaban.
El dorado, símbolo de poder y valor ha sido desde tiempos remotos un color para seducir.